sábado, 24 de noviembre de 2007

DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE 10:30 Hs, se llevara a cabo la celebración de la Primera Comunion de los chicos de la capilla INMACULADA ( VIRGEN MARÍA)

ULTIMA PARTE DE :
LA SANACIÓN A TRAVÉS DEL PERDÓN...


ESPERO QUE CON LA CULMINACIÓN DE ESTE ARTICULO realmente perdonemos sanemos , y enseñemos lo aprendido a nuestros hermanos
y hermanas que estén pasando por las mismas circunstancias que nosotros pasamos ...GLORIA Y ALABANZA A NUESTRO DIÓS


¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA PERDONA?



La respuesta nos la da el mismo Jesús; "Amad a vuestros
enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los
que os maldicen; orad por los que os calumnian" (Lc.6, 27 -
28). Cuando captamos la necesidad de perdonar estas son
las tres cosas que hay que hacer, según Jesús: Amar,
hacer el bien a la persona y orar.
El primer paso es amar. El amor no significa un
sentimiento superficial y efusivo; el amor es una
decisión. No resulta fácil amar a quien nos causó daño;
a nivel humano es casi imposible. Es posible, con todo,
si amamos con Jesús, tal cual Él la ama.
a.
El siguiente paso, es hacer algo, a la
persona que nos dañó, con amor junto con Jesús.
Pronto nos daremos cuenta que lo que no
deseábamos hacer antes, empezamos a desearlo.
b.
El tercer paso, es orar compartiendo nuestro
corazón con Jesús y tomando el suyo para hacer el
bien de esa persona y de nosotros.
c.
"Mientras más hagamos esto, más agradecidos
estaremos, no por el mal mismo sino por el desarrollo
que se genera o puede generarse de él, cuando
amamos sin egoísmos y sin esperar recompensa. En
el grado en que sabemos agradecer un daño,
somos sanados". (Hermanos Linn)


¿A QUIEN DEBEMOS PERDONAR?


En el fondo de toda herida interior hay un sufrimiento que
nos hace culpar a alguno de ese mal. Pueden ser los
propios padres, hermanos, personas allegadas; puede ser
igualmente que a quien culpamos sea el mismo Dios; Y
muchas veces nos culpamos a nosotros mismo.
Perdonar al próximo. En nuestra relación unos
con otros, cada día nos herimos y nos dañamos. Y
cada día nos debemos perdonar unos a otros para que
no se vayan acumulando en nuestro interior bloqueos y
ataduras.
a.
Perdonar no significa dejar de ser hombres y perder la
propia psicología, o convertirse en un ángel. No hay
que entender el perdonar como una anulación del
pasado y de la propia sensibilidad. A una madre a
quien le han matado a su hijo no se le puede pedir que
tenga cariño por el asesino, si bien es una meta a la
que se llega después de un largo camino.
El perdón es un acto de la voluntad y no del
sentimiento. Por eso el primer paso que hay que dar es
"querer" perdonar. Hay que rechazar todo sentimiento
de odio, de venganza, de rencor, de desear el mal a
quien nos ha herido, que pague, que no pase
inadvertido lo que nos hizo. Mientras quede un mínimo
y velado deseo de venganza, será como un veneno
que nos carcome lentamente, nos quita la alegría de
vivir, nos deja sin fuerzas para luchar, no permite que
maduremos, que demos amor, etc.
Debemos pedir a Dios la gracia de salir de esa cárcel
asfixiante, pedir la gracia de "querer" perdonar.
Muchas veces el perdón es superficial, solo aparente,
no brota del corazón. Ese perdón no libera, Sabremos
que no hemos perdonado de verdad si deseamos que
la persona que nos hizo daño le vaya mal, trato de
criticarlo, no soporto que hablen bien de él, no quiero
recordarlo, me molesta mucho si lo veo pasar o lo
encuentro en una reunión.
El verdadero perdón cristiano es incondicional; es
liberar al otro de tener que sufrir por lo que me hizo. El
perdón auténtico incluye la decisión de amar al otro tal
cual es. (Extracto del libro "Sanar un amor herido" de
V. M. Fernández).
Perdonarse a sí mismos. Muchos cristianos
pueden perdonar fácilmente a otros, pero no a sí
mismos. Tal vez éste sea uno de los aspectos más
difíciles para algunos. Aunque comprenden que Jesús
les ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí
mismos por sus pecados y ofensas; por errores
cometidos, por haber sido infieles a los propios ideales,
por haber defraudado a otros, por haber fracasado en
algo, por no ser perfectos, etc.
b.
La situación se agrava, si en nuestra infancia o
adolescencia se burlaron de nosotros y ahora
queremos demostrarnos que somos superiores.
Para recuperar el equilibrio interior es necesario
perdonarse a sí mismo. Para ello hay que reconocer
que no somos perfectos, que cometeremos errores,
que somos limitados, que tenemos luz y tinieblas, que
no somos ángeles, etc. Pero también hay que
reconocer que somos una criatura creada por Dios y
que Él nos ama, que nos ha llenado de dones y
cualidades, y que nos debemos amar como Él nos
ama, aceptar como Él nos acepta, perdonar como Él
nos perdona. El amar a Dios incluye no olvidarse de sí
mismo, dándonos los pequeños y sanos gustos de la
vida.
Perdonar a Dios. Otro de los obstáculos en la
oración de sanación es el resentimiento subconsciente
hacia Dios. Esto es más común de lo que imaginamos.
Si bien reconocemos que Dios es perfecto y que no
puede equivocarse, sin embargo subjetivamente nos
revelamos contra Él cuando, ante ciertas
circunstancias de la vida, lo vemos injusto, malo con
nosotros, castigador. Ante la muerte de un ser querido
o de una persona joven, cuando nuestra oración
creemos que no es escuchada, ante una enfermedad o
una contrariedad, principalmente si nos creemos
buenos y creemos injusto lo que nos hace.
c.
También en este aspecto necesitamos perdonar. Para
ello nos puede ayudar lo siguiente. Dios nunca manda
cosas malas, solo las "permite". Dios respeta el curso
natural de las cosas, y ordinariamente no hace
milagros. Que muchas de las cosas malas que nos
suceden son obra de nuestra condición humana y que
Dios no las quiere. Que hay cosas negativas en la vida
que a la larga pueden producir algo bueno, aunque
nosotros no lo veamos. Y sobre todo, pensar que Dios
nos ama con el más puro amor de Padre y que Él todo
lo ordena para nuestro bien, siempre que nosotros no
lo desviemos.
No permitamos quedarnos con el sentimiento de que
Dios es injusto. Presentémonos ante Dios y digámosle

que nos sentimos "ofendidos". Vayamos a Él como
amigo y digámosle las cosas claras porque sabemos
que con el amigo todo tiene una solución. Si no somos
sinceros no podremos sanarnos y nuestra relación con
Dios se irá debilitando. Dios mismo nos invita a
presentarle nuestras quejas, a discutir con Él. "Vengan
y discutamos, dice Yahvé" (Is. 1, 18)
Señor Jesús, derrama tu Espíritu sobre mí, para que
pueda entender la necesidad de perdonar y dame la
fuerza necesaria para que yo, en Tu nombre, "quiera"
perdonar a los que tanto me han ofendido. Amén.
Si te puede ayudar para pedir perdón, te presento una
oración que presenta diversas circunstancias de la vida en
donde pudo haber ofensa, pero tú déjate llevar por el
Espíritu para que te guíe a personas o grupos que tu
necesitas perdonar.
PINCHA AQUÍ.
Para terminar, transcribimos un testimonio que trae el P.
Roberto de Grandis en "Sana a tu hermano". En él se ve el
poder sanador del perdón en nombre de Jesús.
"Querido Padre: Hace dos días, se me pidió ir a orar con
una señora que ha estado enferma por varios años; su
condición se iba haciendo cada vez peor. Ella había sido
operada, y en ese tiempo estaba bajo estricto control
médico para permanecer de espaldas en cama lo más que
pudiese. Tenía serios problemas domésticos en su hogar.
"Cuando llegué a la casa de la señora, estaba echada de
espaldas con fuertes dolores en la cabeza, la columna y las
rodillas. Hizo esfuerzos para sentarse llorando y con tanto
dolor, que tuvieron que ayudarle a echarse de nuevo con
mucha suavidad. Sabiendo que tenía problemas
domésticos comencé a orar por su sanación psicológica.
Estaba llena de resentimientos acerca de muchas cosas y a
pesar de encontrar difícil perdonar a su esposo y a sus hijos
que la trataban mal, después de usar la imaginación
creadora y de pedirle que pensara en el Señor Jesús,
amándoles y perdonándoles, e invitándole a que ella
hiciese lo mismo, ella por fin pudo perdonarles. Pero
cuando llegamos al momento de perdonar a la mujer con la

que su esposo estaba viviendo, ella empezó a temblar y a
rechinar sus dientes fuertemente. También se quejó de que
los dolores de cabeza se hacían más intensos. No podía
decir "yo perdono" a aquella mujer. Cuanto más resistía en
perdonarla temblaba más fuertemente y sus dientes
rechinaban aun más, y sus gritos por su dolor de cabeza
eran más altos. Yo oré para que ella se liberara del espíritu
de falta de perdón y de sus resentimientos, y sólo después
de diez minutos, ella empezó a sollozar y finalmente dijo:
"Yo te perdono porque Jesús te ama". Inmediatamente se
tranquilizó, y entró en lo que parecía ser un sueño
profundo.
Oré para que el Señor le sanara, le devolviese la integridad
de su salud y para que el Señor la llenase de paz, y pocos
minutos después le pregunté cómo se sentía. Todos los
dolores de cabeza, de la columna y de las rodillas habían
desaparecido. Se levantó de su cama, nos sirvió refrescos y
en ese momento participó lo que había sentido. Alabado
sea Dios.
"Yo he estudiado Consejería aplicada a la Pastoral en los
Estados Unidos, en verdad yo puedo decir que lo que se
realizó allí por el poder del Señor y por medio de la
sanación interior, hubiese tomado por lo menos veinte a
veinticinco horas de consejería para lograr la sanación.
ALABADO SEA DIOS. Hna. Paul, O.P.".

martes, 20 de noviembre de 2007

LA SANACIÓN A TRAVÉS DEL PERDÓN . (cuarta parte)


NECESIDAD DE PERDONAR PARA SANAR.

El perdón es la clave para la salud física y espiritual. Qué
triste es ver a tantas personas que viven y conviven con
odio, con rencor, sin perdonar a los que en un momento de
su vida les ofendieron y les causaron daño. Pero mucho
más triste es ver que esas mismas personas rezan
continuamente el Padre nuestro que Jesús nos enseñó, sin
tomar en cuenta sus palabras. "Perdónanos nuestras
ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden". No podemos recibir el perdón de Dios, su amor,
si nosotros no perdonamos. Bien claramente nos lo dice
Jesús: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra
alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre
celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no
perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará
vuestras culpas." (Mc. 11, 25-26)
El Señor nos habla con gran claridad. Si no perdonas,
serás incapaz de recibir perdón por estar resistiendo a la
Luz. No perdonar es permanecer en la obscuridad y sin
amor con lo que se impide obtener el perdón de Dios.
La relación de nuestros pecados y ofensas que nosotros
cometemos contra Dios no tienen nada que ver en
magnitud con las ofensas que un hermano nos puede
causar. Y a pesar de ello, Dios nos perdona nuestros
pecados que son mucho más grandes, con tal que nosotros
perdonemos a nuestro hermano, en cosas tan pequeñas. El
mismo Jesús nos da un ejemplo práctico para que mejor lo
entendamos, cuando nos presenta aquel señor que
perdona a su siervo una deuda inmensa que no podía
pagar, solo porque se lo pidió, y este mismo siervo no es
capaz de perdonar a un compañero que le debía una suma
irrisoria. Conocemos cual fue la reacción del señor: que su
siervo sea llevado a la cárcel hasta saldar su cuenta, hasta
siempre. (Mt. 18, 23-35))
Perdonar, perdonar, perdonar siempre y ante cualquier
circunstancia y ofensa. Jesús, dándonos ejemplo, desde la
cruz perdonó a sus verdugos: "Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen". (Lc. 23, 34) Y Jesús era
completamente inocente. ¿Y yo soy siempre inocente ante
la ofensa de otro?
"Muchos piensan que perdonar es perder y no se dan
cuenta que es ganar porque nos libera de nuestros odios y
resentimientos; nos asemeja a Jesús que amó y perdonó a
sus enemigos y nos abre el perdón y la gracia de Dios.
Perdonar es resucitar en nosotros la nueva vida traída por
Jesús. Perdonar y pedir perdón es como un relámpago que
anuncia una lluvia fecunda".