| Animo, no temáis! Nuestro Dios viene a salvarnos | |
| Adviento. Toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. | |
¡Que todos los hombres lo acojan! En este tiempo de Adviento nos acompaña la invitación del profeta Isaías: «Decid a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no temáis! Nuestro Dios viene a salvarnos» (35, 4). Se hace más apremiante al acercarse la Navidad, enriqueciéndose con la exhortación a preparar el corazón a la acogida del Mesías. El esperado por la gente vendrá y su salvación será para todos los hombres. En la Nochebuena volveremos a evocar su nacimiento en Belén, volveremos a vivir en cierto sentido las emociones de los pastores, su alegría y estupor. Contemplaremos con María y José la gloria del Verbo que se ha hecho carne por nuestra redención. Rezaremos para que todos los hombres acojan la vida nueva que el Hijo de Dios ha traído al mundo al asumir nuestra naturaleza humana. La Liturgia del Adviento, empapada de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías, nos ayuda a comprender en plenitud el valor y el significado del misterio de la Navidad. No se trata sólo de conmemorar el acontecimiento histórico, que hace más de dos mil años tuvo lugar en una pequeña aldea de Judea. Es necesario comprender más bien que toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. Para predisponer nuestro espíritu a acoger al Señor que, como decimos en el Credo, vendrá un día para juzgar a vivos y muertos, tenemos que aprender a reconocerlo en los acontecimientos de la existencia cotidiana. El Adviento es, por tanto, por así decir un intenso entrenamiento que nos orienta con decisión hacia Aquél que ya vino, que vendrá y que viene continuamente. Con estos sentimientos, la Iglesia se prepara a contemplar extasiada el misterio de la Encarnación. El evangelio narra la concepción y el nacimiento de Jesús, y refiere las muchas circunstancias providenciales que precedieron y rodearon un acontecimiento tan prodigioso: el anuncio del ángel a María, el nacimiento del Bautista, el coro de los ángeles en Belén, la venida de los Magos de Oriente, las visiones de san José. Son todos signos y testimonios que subrayan la divinidad de este Niño. En Belén nace el Emmanuel, el Dios con nosotros. La Iglesia nos ofrece, en la liturgia de estos días, tres singulares «guías», que nos indican las actitudes que hay que asumir para salir al encuentro de este divino «huésped» de la humanidad. 1. Ante todo, Isaías, el profeta de la consolación y de la esperanza, proclama un auténtico evangelio para el pueblo de Israel, esclavo en Babilonia, y exhorta a mantenerse vigilantes en la oración para reconocer los «signos» de la venida del Mesías. 2. Después aparece Juan el Bautista, precursor del Mesías, que se presenta como «voz del que clama en el desierto», proclamando «un bautismo de conversión para perdón de los pecados» (Cf. Marcos 1, 4). Es la única condición para reconocer al Mesías ya presente en el mundo. 3. Por último, está María que, en este tiempo de preparación a la Navidad, nos guía hacia Belén. María es la mujer del «sí» que, a diferencia de Eva, hace propio y sin reservas el proyecto de Dios. Se convierte de este modo en una luz clara para nuestros pasos y el modelo más elevado de inspiración. Queridos hermanos y hermanas, dejémonos acompañar por la Virgen hacia al Señor que viene, permaneciendo «vigilantes en la oración y exultando en la alabanza». A todos les deseo una buena preparación para las próximas fiestas navideñas |
lunes, 3 de diciembre de 2007
Hermanos junto con el comienzo del Adviento el miercoles 5 de diciembre se celebra la misa de cadena de prosperidad a las 18:30 Hs
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No llores si me amas,
Letanías de la Humildad (del Cardenal Merry del Val)
ORACION PARA EL ANGUSTIADO
Padre Celestial, que nos has dado el don de la libertad para amar y seguir Tus caminos y mandamientos: Perdona a aquellos padres que abusando de esta libertad destruyen el don de la vida que Tú le has dado a sus hijos.
Oración por las almas del Purgatorio 
Oración por la familia de Juan Pablo II
matrimoniales
La bendición
JACULATORIA A LA VIRGEN
Jesús, no tienes manos.
Ven Espíritu Santo, ven Espíritu de amor y de luz, restaura Tú que conoces los secretos del alma. Ven Espíritu Santo y actúa con poder. Hagámoslo a nuestra imagen y semejanza, Dios dijo. Bendigo mi vida en el vientre de mi madre. Bendigo el amor de mis padres, bendigo el momento en que fuí concebido, si fuè en pecado, resultado de la pasión, fuera del matrimonio. Te pido Señor sanes la culpa, miedo, angustia. Sana todo, Señor. Bendice mis primeros momentos el sentido de rechazo cuando mi madre supo que había vida en su vientre. Pues vine en estorbo. Mi padre me rechazó, no quiere aceptarme, hablaron de abortarme. Bendice y sana esto, Señor. Sana mi sentido de autodestrucción, de indignación y miedo a la vida. Mi mamà enferma en la gestación, con miedo a que no naciera. Sana Señor ese miedo a no nacer. Sana la timidez desde el vientre de mi madre. Sana la violencia de mi padre a mi madre, sana la ira, el golpe, el rechazo. Sana Señor, la tristeza, el rechazo, la ira en el vientre de mi madre. Si mi mamà fuè abandonada, sana ese rechazo; pues yo también fuì abandonado. Si la situación económica difícil, me faltó alimento. Dame fortaleza, vigor y energía Te pido Señor que en el momento del parto sanes la angustia, pues es antes de tiempo. Por eso siempre estoy apurado, porque fuè el parto difícil y largo. Sana Señor la impotencia de no poder nacer. Sana Jesús el rechazo por mi sexo, esperaban un hijo de otro sexo, por eso me comporto indebidamente. Sana Señor, ese rechazo. Sana Señor, ese momento en que no era adecuado para dar gusto a mis padres, por culpa de mi sexo. Sana todo eso Señor. Sana Señor mi complejo de perfeccionismo para sanar a mis padres. Sana las heridas pues me hicieron fórceps. Recíbeme Señor en Tus brazos dulces y seguros. Dame Tu amor, dame la bienvenida Jesús. Sana Señor, el celo de mi hermano, porque le quité el puesto. Sana el ambiente de discusión, la falta de respeto. Como en la Sagrada familia dame Jesús, paz y tranquilidad. Sana Señor el celo, la culpa reprimida. Me perdí, salí de mi casa. Señor tómame de la mano y llèvame a mis padres. Los amigos del colegio, se burlan de mí, sana Señor esa ira y burla reprimida. Me pellizcan, me quitan mis juguetes, sana la soledad y miedo. Libérame Señor, cárgame en Tus brazos, hazme sentir seguro contigo, Señor. El acoso sexual del que fuì objeto, no podía contarlo a mis padres, ni a nadie; me tenían bajo amenaza, del mismo sexo o de otro sexo. Sana el miedo Señor. Señor Jesús corrige al agresor, no lo condenes; pero corrìgelo Señor. Sana Señor los cambios de mi cuerpo, me siento feo, sana la vergüenza de mis cambios. Sana mis enemistades, a los que me han traicionado. Sana Señor las heridas de infidelidad y llena mis heridas de amor. Señor, la muerte visitó mi hogar; sana esa herida, la soledad, el temor. Sáname Señor; Tú llorastes a Lázaro, Tú llorastes a José, Tu papá. Envuelve este sentimiento en bálsamo de amor. Sana la soledad de la vejez, el estorbo, la marginalidad. Te entrego todas las situaciones dolorosas de mi vida. Ven Espíritu Santo y satura todas estas heridas en Tu amor. Señor te he dado mi libertad, mi paz; he roto Tus cadenas, permanece en mí, porque yo fuera de Tì, volvería al dolor y a la tristeza.

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